Estrategias clave para que las empresas afronten la política arancelaria de EE.UU.

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La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha supuesto una revolución en la política exterior de EEUU y en las relaciones comerciales de ese país con el resto del mundo. El pasado mes de abril se puso en marcha la imposición de un arancel general inicial del 10%, con incrementos adicionales del 20% o más para ciertos países, entre los que se encuentra España. Estos impuestos sumados a los que ya existían afectan a un amplio grupo de socios comerciales, ya que tienen un impacto directo en las operaciones de importación.

Los aranceles son tributos que se aplican sobre los bienes comerciales que se importan o exportan de otros países. Los fija cada estado, dependiendo de su política comercial y están basados en el país de origen de las mercancías. No son tasas fijas, sino que a cada país se le puede imponer un impuesto diferente. Un ejemplo es el incremento del 25% sobre todos los bienes importados a EE UU provenientes de cualquier país que importe petróleo venezolano, al que España está sujeto.

Todas las empresas, y por extensión los ciudadanos, nos veremos afectados directa o indirectamente. En este nuevo escenario, resulta fundamental que las empresas revisen detalladamente la composición y origen de sus productos, evalúen alternativas estratégicas como la relocalización de algunos de los procesos productivos, busquen alianzas en países con menores aranceles, y estudien si pueden acogerse a alguna de las más de 300 excepciones previstas.

También es aconsejable que estudien la posibilidad de solicitar exclusiones en situaciones donde los productos sean esenciales o no tengan alternativas disponibles en el mercado estadounidense. En este contexto es importante hacer un estudio exhaustivo de todos los gravámenes y buscar una estrategia para que la transacción comercial sea lo más eficiente posible.

A través de la imposición de aranceles, Estados Unidos busca fortalecer su posición en el comercio internacional, negociar acuerdos favorables y responder a prácticas comerciales consideradas desleales o perjudiciales para sus intereses. Este enfoque refleja una estrategia que combina protección económica con objetivos diplomáticos, impactando tanto en las relaciones bilaterales como en la economía global.

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